Fred aparcó malamente su vieja furgoneta. Al fin y al cabo, el vehículo no iba a estar mucho tiempo detenido. Me deshice del cinturón de seguridad y miré por el espejo retrovisor: Aunque había algunos coches, no se veía a ninguna persona cerca del aparcamiento. Ni Fred ni yo sabíamos cuando empezaba el curso de la academia, así que probablemente llegaría tarde y con las clases empezadas.
Un sol intenso se reflejaba en las lunas de los demás coches, emitiendo destellos como si fueran espejos y que hacían llorar los ojos.
Miré a Fred. Él estaba embobado, mirando la puerta de entrada de la academia. En cuanto notó que mi mirada seguía fija en él, me la devolvió. Tenía aspecto cansado (había conducido toda la noche) y empezó a decir atropelladamente:
- Te he preparado dosis para bastante tiempo, no creo que necesites más en por lo menos... No sé, pero llevas el móvil, así que no dudes en llamarme si se te agotan, o experimentas efectos secundarios, o...
- Fred, lo sé. - le interrumpí - Hemos hablado de esto muchas veces, lo tengo todo claro. Te llamaré con lo que sea.
Los dos nos quedamos callados un instante.
- Alexei... - comenzó Fred - Ten mucho cuidado, por favor. Si ellos supieran que eres un humano normal... o peor aún, si el bersérker se descontrolase demasiado... no quiero ni pensarlo. - Su voz empezó a quebrarse - Te voy a echar de menos.
- Yo a tí también. Espero que todo salga bien... Por Evelyn. Por nosotros.
Fred me abrazó, a pesar de las dificultades de su cinturón de seguridad, que aún llevaba puesto. Acto seguido, me bajé de la furgoneta. Si me quedaba con Fred un momento más, no tendría el valor de quedarme en este lugar. Fui a la parte de atrás de la furgoneta y saqué mis trastos. A continuación, me dirigí a la ventanilla del conductor.
- Adios Fred. Te llamaré en cuanto pueda para contarte novedades. Cuídate... colega. - Y le dediqué la mejor de mis sonrisas.
Fred me sonrió también, pero era una sonrisa triste. Arrancó la furgoneta y yo me di la vuelta, mirando en dirección a la puerta de entrada a la academia Hayami. Oí como como la furgoneta empezaba a irse, pero no me quise dar la vuelta.
"La suerte está echada" - Pensé.
Y empecé a andar hacia la entrada.